Galería de críticas: Cine y artes plásticas

martes, 3 de noviembre de 2015

El hiperrealismo cinematográfico de Álvaro Aponte Centeno

Fotograma Yahaira (2015)

Álvaro Aponte Centeno demuestra un marcado interés hacia el hiperrealismo como estilo cinematográfico. Desde Luz (2010) hasta Yahaira (2015), ha ido en aumento la urgencia de Aponte por observar la realidad con una lupa para maximizar sus detalles.

El hiperrealismo  

Según Patricia Carrassat e Isabelle Marcadé en Movimientos de la pintura, el hiperrealismo designa una corriente de pintura y escultura surgida hacia 1965 en Estados Unidos.

Ellas explican: “En 1972, la Documenta de Kassel, una importante manifestación artística de proyección internacional, contribuyó a consagrar el hiperrealismo, una figuración ʻmás real que lo realʼ, despojada de toda emoción, que observaba la realidad a través de la fotografía”.

Las historiadoras argumentan que este movimiento se dedicó a describir minuciosamente la sociedad de consumo americana y a documentar su vida cotidiana.
 
“Partiendo de la fotografía (ya se trate de diapositivas o de negativos ampliados con la ayuda de un proyector)”, según las investigadoras, el resultado fue que “los hiperrealistas modificaron a voluntad determinados aspectos de la imagen al ampliarla, deformarla o emborronarla y al elegir encuadres variados y arbitrarios. La ejecución pictórica de la obra, que exige un virtuosismo frío, confiere a los objetos representados un aspecto nítido y reluciente”.

El hiperrealismo cinematográfico  

Desde el pintor Richard Estes y el escultor Duane Hanson, ambos estadounidenses, hasta los cineastas europeos Michael Haneke (austríaco-germano) y los hermanos documentalistas Jean Pierre y Luc Dardenne (belgas); así como, entre los realizadores latinoamericanos Alejandro González Iñárritu (mexicano) y Lucrecia Martel (argentina), el estilo hiperrealista ha calado bien profundo en el arte internacional con tendencia al cuestionamiento de la sociedad contemporánea, entiéndase, postmoderna.

En esta cultura, que pretende aprehender la realidad y reivindicar al sujeto llamado ʻotroʼ, se inserta magistralmente el autor del cine puertorriqueño Álvaro Aponte, con su particular mirada a las zonas oscuras y ʻmarginalesʼ que le rodean.

Según Michael Haneke, citado por José M. Caparrós Lera en su libro El cine del nuevo siglo (2001-2003), y en relación con el fundamento de su obra: “Los que hacen películas de entretenimiento son los pesimistas. El optimista intenta sacar a la gente de su apatía”. Además, este autor se plantea una interrogante esencial: “¿Puede la realidad ser representada?”.
 
No. El autor crea, no representa, ni transmite. El hiperrealista no representa la realidad, sino que produce una obra ʻmás real que lo realʼ, a partir de su interpretación del entorno y destinada a la reflexión del público, que deviene en un espectador activo, dispuesto a reaccionar.

Entonces, ¿cómo observa la realidad nuestro Álvaro Aponte Centeno?


Fotograma Luz (2010)

Luz



El cortometraje Luz (2010) de Álvaro Aponte Centeno obtuvo los premios de Mejor Cortometraje Nacional y Mejor Actuación Masculina, por el rol protagónico de Axel Anderson, en la octava edición de Cinefiesta, el Festival Internacional de Cortometrajes de Puerto Rico.

Según la sinopsis: “La soledad y el amor son la rutina diaria en la vida de esta pareja de ancianos; aunque no están solos del todo, pues comparten sus vidas con una dulce compañera, la música”.

El trayecto hacia la muerte es un camino de luces y sombras. Una vez superada la teatralidad del barroco y agotado el drama explícito del romanticismo, solo restan una suerte de ʻismosʼ de libertad y experimentación a las puertas de Las vanguardias artísticas del siglo XX.
 
La luz es la protagonista del impresionismo, que debe su nombre al cuadro de Claude Monet titulado Impresión, sol naciente (1872); en tanto, la música impresionista del compositor y pianista francés Erik Satie funciona como un personaje insinuado en el corto Luz de Aponte.

La opera prima de Aponte Centeno devela su condición de cineasta intelectual. Un autor del cine que escribe con su cámara-pluma. Esta cámara presenta, mediante un plano cenital, el rostro de una intérprete sublime: la música. Luego se asoma, lentamente, a un plano compuesto por tres ventanas que enmarcan las siluetas, cual si fuesen lienzos, de otros tres personajes: la luz, él y ella. La cámara penetra e invade el espacio. Él es la luz. Ella es la música.

A continuación, la alternancia de encuadres, entre primeros y primerísimos planos, lleva el ritmo de esta historia; mientras, el sonido ambiental del hogar y la noche puertorriqueña se complementan con las melodías del impresionismo francés.

En lo adelante, la luz y la música se imbrican y narran. Las lámparas y el tocadiscos se muestran de forma reiterativa, con insistencia. Esa luz, cuya presencia es activa, incide en los personajes y proyecta en pantalla una impresión de los mismos. La iluminación diegética otorga una impresión visual; en tanto, la música se ocupa de la impresión auditiva. Entonces nosotros, los espectadores, no percibimos la mera cotidianidad de una pareja de ancianos, sino la sensación que producen los efectos del cine (imagen y sonido) en esa construcción de la realidad.

Con Luz, el realizador hace gala de su formación musical y de la gran pasión por el arte que hereda de su familia. Esta pieza cinematográfica también fue exhibida en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano en La Habana, Cuba, como parte de una muestra del cine de Puerto Rico e Inglaterra.


Fotograma Yahaira (2015)

Yahaira
     
La obra más reciente de Álvaro Aponte Centeno, Yahaira (2015), fue galardonada en la decimotercera edición de Cinefiesta como Mejor Cortometraje Nacional, Mejor Director Nacional, Mejor Actriz (Marisé Álvarez) y Mejor Fotografía (Santiago Chago Benet).
  
Según la sinopsis: “Yahaira es una madre soltera y tiene que cuidar a su bebé durante horas de trabajo, cosa que ha pasado antes”.

En efecto, Yahaira es un nombre tan común como su historia.

La tendencia al realismo ha sido una obsesión recurrente en el arte desde el siglo XIX. Por ejemplo, el óleo sobre tela titulado Entierro en Ornans (1849-1850) del pintor francés Gustave Courbet “se convirtió en el manifiesto del realismo, especialmente por la autenticidad de los personajes y el realismo existente en el espacio descrito”, según las historiadoras Carrassat y Marcadé en el libro Movimientos de la pintura.

Pero, ¿cómo construyó el artista este cuadro de apariencia realista? Courbet lo hizo por medio de “la contundencia con que los rojos y el azul canario intenso contrastan con los tonos negros y grises, mientras que el primer plano, donde aparece el foso destinado a alojar el ataúd, contribuye a integrar al espectador en la escena. Los trazos negros que realzan la expresión desconsolada de algunos rostros y la pincelada arrebatada del artista intensifican, asimismo, su realismo”, al decir de Carrassat y Marcadé.

En otras palabras, el autor se enfrenta a la realidad; luego, la interpreta (lo cual es inevitable) y plasma su visión, marcada por una intencionalidad latente, mediante los recursos técnicos y artísticos que ofrece su medio de expresión en particular.

El realismo emergió como rechazo del romanticismo y el academicismo. “Sus pintores no dispusieron ni de una teoría estética ni de un estilo homogéneo, sino que abogaron por una visión sencilla y objetiva de la vida contemporánea que fuera accesible a todo el mundo”, plantean las investigadoras y argumentan que dicha pintura realista estaba impregnada de un carácter socializador, en ocasiones comprometido.

De igual modo, el hiperrealismo cinematográfico de Álvaro Aponte Centeno surge como una actitud de protesta ante la expansiva industria hollywoodense y su star system. Aponte hace un cinéma d’auteurs de resistencia. El cineasta rechaza también todo vestigio de melodrama y sentimentalismo. Así lo demuestra Yahaira.


Fotograma Yahaira (2015)

Con Yahaira, el arte pareciera tener la obligación de ser incómodo; en tanto, el cine recupera esa responsabilidad de estremecer, con golpes de vista y alarmas por sonidos, a un espectador inerte en su butaca.

Álvaro Aponte Centeno recurre a los sonidos ambientales más irritantes, a la perturbadora cámara en mano, a la difusa luz natural y a prolongados planos de secuencias cotidianas, para exponer una pretendida realidad; cuyos efectos sobredimensionados, recaen en un público cautivo en la circunstancia espacio temporal del cine.

El metálico alarido de las máquinas y el llanto agudo de un bebé se confunden en una dualidad auditiva sostenida que evoca, a la vez que cuestiona, los orígenes del hombre y el choque cultural entre las civilizaciones. El sujeto está desamparado en la sociedad postindustrial, tecnológica y teóricamente desarrollada.

En especial, la película ostenta un plano general de composición sublime que resulta inspirador de dicha hipótesis. Las carreteras elevadas preludian el impacto por el artificio de la perspectiva y un auto es el refugio inmediato para el encuentro carnal como promesa de vida; en tanto, los gemidos que delatan el placer del coito y la cómplice inocencia quebrantada encuentran su eco en la infinitud sonora del espacio urbano. Por alguna razón y salvando las distancias, no puedo evitar el recuerdo de aquel prólogo del Anticristo (2009) de Lars von Trier.

Yahaira manipula la carne con destreza, la corta y la dispone para un procesamiento de rutina. Existe un profundo paralelismo conceptual entre el trabajo de Yahaira y su propia vida que, de cierta forma, simboliza el destino de todos, mujeres y hombres. Por momentos, estamos tan expuestos como esos trozos de carne muerta a las maniobras que escapan de nuestro control.
    
La realidad que observa y transforma el cineasta en una expresión artística ʻmás real que lo realʼ deviene el mejor resguardo de su subjetividad e ideología. Un autor es, por sobre todas las cosas, una individualidad creativa.



lunes, 2 de noviembre de 2015

Mi santa mirada sobre Los condenados de la tierra

Fotograma Mi santa mirada (2012)


Mi santa mirada (2012) es el segundo cortometraje del realizador Álvaro Aponte Centeno y la obra que lo convirtió en el primer puertorriqueño nominado para la Palma de Oro en la categoría de cortometrajes en el Festival de Cannes, Francia. Además, esta pieza cinematográfica fue galardonada como Mejor Cortometraje Nacional y Mejor Director Nacional en la décima edición de Cinefiesta, el Festival Internacional de Cortometrajes de Puerto Rico.

Este corto también formó parte de la Selección Oficial en competencia en el Melbourne International Film Festival 2012, Australia; 23rd Stockholm International Film Festival 2012, Suecia; Festival del Nuevo Cine Latinoamericano 2012, La Habana, Cuba y The 37th Hong Kong International Film Festival 2013, China.

Fotograma Mi santa mirada (2012)


Mi santa mirada

Según la sinopsis: “Samy es un hombre solitario y callado que vive del negocio de la droga. Lo único que tiene en su vida es a su hermano menor, del cual es responsable, y a su caballo. Cansado de ser un subordinado del narcotráfico, decide traicionar a su jefe Papo”.

El caballero andante habita en un ʻcastilloʼ y su batalla, de tipo medieval, será hasta la muerte. En un contexto tan adverso para el amor y la bondad, el hombre y su caballo desarrollan una identificación cuasi mitológica. Ellos se complementan, así como los centauros, y comparten la fuerza animal del uno con la humanidad en la mirada del otro. Si caen en la guerra, mueren juntos. La violencia, que suena como un martilleo constante en el metal, marca el ritmo de estos tiempos y de esta historia.


Fotograma Mi santa mirada (2012)

Una cámara inquieta documenta los escenarios reales con objetividad, aunque desde ángulos sugerentes y subjetivos; mientras, el montaje intelectual propone una narración entrecortada, que intenta cubrir lo que hace y lo que siente el protagonista de un modo alternativo. La historia no enfatiza en el desenlace, sino en la veracidad e intensidad de los hechos. La trama explora el contexto a través de los personajes originales, sin buscar culpables y sin establecer una distinción entre víctimas y victimarios.


Fotograma Mi santa mirada (2012)

La causa de los males parece exceder los límites del ʻcastilloʼ. Entonces, Aponte Centeno apuesta por la tesis de Frantz Fanon y Mi santa mirada encuentra su resolución teórica en el libro Los condenados de la tierra (1961).

Fotograma Mi santa mirada (2012)


Los condenados de la tierra

Mi santa mirada cierra con la inclusión de una cita de Frantz Fanon a modo de paratexto: “La ciudad del colonizado, es un lugar de mala fama, poblado por hombres de mala fama, allí se nace en cualquier parte, de cualquier manera. Se muere en cualquier parte, de cualquier cosa”.

Así concluye el cortometraje y también, de esta forma, se resignifica y expone a nuevas lecturas desde los postulados del autor literario. Aponte y Fanon parecen coincidir en que la responsabilidad de la violencia comunitaria o tribal recae en la colonización.

Frantz Fanon llega, incluso, a justificar y promover la violencia en pos de la descolonización y argumenta: “Esa agresividad sedimentada en sus músculos, va a manifestarla el colonizado primero contra los suyos. Es el período en que los negros se pelean entre sí y los policías, los jueces de instrucción no saben qué hacer frente a la sorprendente criminalidad. Frente a la situación colonial, el colonizado se encuentra en un estado de tensión permanente”.

Fanon continúa: “Ese mundo hostil, pesado, agresivo, porque rechaza con todas sus asperezas a la masa colonizada, representa no el infierno del que habría que alejarse lo más pronto posible, sino un paraíso al alcance de la mano protegido por terribles canes”.

La apreciación de este autor puede haber sido motivada por una pasión desmedida, al calor de sus tiempos y circunstancias personales, pero no deja de resultar alarmante su llamado explícito a la violencia y su capacidad para descubrir en ella una promesa de paraíso.

Según Fanon, “El hombre colonizado se libera en y por la violencia”.

Al respecto, me permito discrepar rotundamente; pues, el hombre debe conquistar su libertad en y por la educación. No existe otra posibilidad.

A propósito, sobre la función del intelectual Fanon opina: “El intelectual colonizado había aprendido de sus maestros que el individuo debe afirmarse. La burguesía colonialista había introducido a martillazos, en el espíritu del colonizado, la idea de una sociedad de individuos donde cada cual se encierra en su subjetividad, donde la riqueza es la del pensamiento. Pero el colonizado que tenga la oportunidad de sumergirse en el pueblo durante la lucha de liberación va a descubrir la falsedad de esa teoría”.

Nuevamente, discrepo con Fanon. En cualquier circunstancia, el individuo debe afirmarse y sí, la mayor riqueza posible es la del pensamiento. De hecho, la misma producción cinematográfica de Álvaro Aponte confirma el valor inigualable del individuo y su creatividad.

Como contraparte a los planteamientos de este líder de la descolonización, propongo revisitar la obra del Premio Nobel de Literatura 2010.

Al decir de Mario Vargas Llosa, en su novela Los cuadernos de don Rigoberto (1997), la categoría artística surge “cuando individuos particulares desagregados del todo comienzan a imprimir un sello personal a esos objetos en los que volcarán una intimidad intransferible”.

Admirablemente, suele ocurrir que muchas grandes obras superan las ataduras ideológicas de sus creadores y alzan, de forma inevitable, su vuelo hacia la soberanía individual.


Fotograma Mi santa mirada (2012)

El cinéma d’auteurs que realiza Álvaro Aponte Centeno se ha convertido, hoy día, en inspiración para otros cineastas aún más jóvenes. Por ejemplo, el guionista y director Julio Emmanuel Díaz, estudiante de la Escuela de Artes Plásticas de Puerto Rico, citó el elemento simbólico de los caballos de Aponte en su cortometraje En carrera (2015), para aludir a la necesidad de que nuestra juventud se reinvente por medio de la educación y el trabajo honesto.

La película En carrera resultó ganadora como Mejor Cortometraje en Unifiesta, el concurso de cortometrajes para universidades y escuelas de cine, que organizó por vez primera la Fundación de Cine de Puerto Rico como un evento paralelo que tuvo lugar en la decimotercera edición de Cinefiesta.

Actualmente, según reporta Mariela Fullana Acosta para El Nuevo Día, el director y guionista puertorriqueño Álvaro Aponte Centeno desarrolla su primer largometraje, que filmará a partir de noviembre en el oeste y noroeste de la Isla, con el propósito de ofrecer una mirada a los indocumentados.

Álvaro Aponte Centeno será uno de los grandes de la cinematografía nacional. La Nueva Ola del cine puertorriqueño apenas se está formando. ¡Aviso de tsunami! ¡Pendientes! 
      
  

Los personajes de Cinefiesta regresan al MAPR

Imagen de la muestra

Nami Helfeld, Julio Morales y Quique Rivera exponen en el Museo de Arte de Puerto Rico

Por una década, el Museo de Arte de Puerto Rico (MAPR) fue la sede oficial de Cinefiesta, el Festival Internacional de Cortometrajes de Puerto Rico. En la décima edición de Cinefiesta, que se celebró del 22 al 29 de julio de 2012, compartieron la pantalla grande del Teatro Raúl Julia, dos jóvenes cineastas puertorriqueños que ahora regresan para exponer en las salas del MAPR. Junto a ellos, también retorna otro versátil artista local, que exhibió su obra en la octava edición del Festival.  

Es sábado, mediodía y camino por Santurce. El calor resulta sofocante, pero el arte convoca. Llego a mi destino, el MAPR, con el único propósito de reencontrarme con la obra de Quique Rivera y aproximarme, físicamente, a los objetos y personajes que protagonizan las escenas de cada animación. Yo necesitaba vivir el proceso creativo de Rivera, paso a paso, para comprender y valorar a plenitud un trabajo que sabía, de antemano, colosal y sin precedentes en Puerto Rico. Así que, mi cita era en el cuarto piso, en la Galería Miguel Antonio Ferrer.


Imagen de la muestra


Y no había luz: Julio Morales y Nami Helfeld

De momento, en la misma sala, me sorprende otra exhibición: Y no había luz. Diez años de trayectoria. Observo al interior y, como por arte de magia, surge la luz con La primera bombilla (2004) de Julio Cesar Morales en grafito sobre papel. Así, se ilumina este espacio ocupado desesperadamente, al azar y sin mesura, por los títeres. Ellos parecen exigir, incluso con violencia, nuestra atención. Pretenden usurparnos el alma a través de esas miradas fijas y acosadoras, que provienen de todas las direcciones posibles. Los roles se invierten y el espectador entra en escena, desvalido, sin la menor resistencia. Los títeres nos reciben, en multitud; primero, atemorizan; luego, enamoran. Cada uno de ellos despierta una gran ternura.

Poco a poco transito el espacio. Me siento invasora. Todos aquellos personajes, deseosos de revivir, me observan; y yo, que no alcanzo a detallar cada uno de sus rostros, intento escapar a la siguiente morada. Entonces, en una sala oscura, los títeres han crecido, han recuperado su movilidad y han rescatado su merecido lugar en la escena. Ellos han vuelto a la vida y me invitan a discurrir, con cautela, entre algunas de sus obras: América (2015), Cenizas quedan (2014), Piel (2012), Alejandro (2008), Como bueno (2007) y Cutendencia (2006). El teatro, a través de la plástica, trasciende su carácter efímero y eterniza su aura.


Imagen de la muestra

Luego del teatro, las máscaras se apropian del cine. Y el cine, en su versión corta, se apropia del Museo. En una salita, acondicionada al mismo estilo teatral, sencilla y cómoda, se exhiben los cortometrajes de la compañía Y no había luz: del director Julio Morales, Nos queda el aire; de la cineasta Nami Helfeld, Para caer y Para volar.


Imagen de la muestra

A propósito, el corto Nos queda el aire, de Morales, fue Selección Oficial en la octava edición del Festival Internacional de Cortometrajes de Puerto Rico, Cinefiesta 2010. En tanto, Para volar, de Helfeld, fue Selección Oficial en la décima edición del Festival, Cinefiesta 2012. Ambos son excelentes trabajos, que podemos apreciar ahora en conjunto, como productos del desarrollo creativo de una compañía teatral.

Juan Carlos López Quintero, especialista del MAPR, fue el curador de esta muestra y en sus palabras de presentación explica: “En esta singular exhibición podremos apreciar la intimidad acogedora del taller donde se construye el seductor imaginario de sus piezas y participar en un evocador recorrido por seis de las obras más destacadas a lo largo de los diez años de existencia de la agrupación”.

Además, según el curador: “No se trata, como pudiera parecer, de una muestra nostálgica que busca rememorar años pasados. Los integrantes de Y no había luz reexaminan las obras teatrales y las reinterpretan, creando a la vez propuestas museográficas que dialogan entre sí”.

Por su parte, los miembros del colectivo  ̵ Nami Helfeld, Yari Helfeld, Francisco Iglesias, Julio Morales, Carlos José Torres, Yussef Soto y Pedro Iván Bonilla ̵  argumentan sobre la exposición en el texto del catálogo: Compartimos lo que más nos apasiona: transformar espacios, crear realidades y darle vida a los objetos, para dar cuenta de la existencia humana”.

Y explican: “A través de las artes plásticas construimos nuestros universos escénicos. El papel y la pega son parte intrínseca del árbol en la obra América. Tela, papel y madera construyen el recogido mundo de Alejandro. Con carboncillo y la ilusión del fuego, transmuta el papel en el rostro del cabezudo de Cenizas quedan. La tela y el viento se transforman en Piel. Cutendencia, encierra en cubos todo aquello que nos hace diferentes. El alambre es el soporte de una mano que sostiene un pez-pistola, sobre un mar de tul, en Como bueno”.


Imagen de la muestra

Otra misión educativa y cultural se ha cumplido con éxito. En efecto, la exhibición resulta demostrativa del enfoque interdisciplinario de las artes escénicas que caracteriza a la compañía Y no había luz. Un modesto espacio fue rediseñado para fusionar el teatro, las artes plásticas, la artesanía, la gráfica, la música y el cine. La muestra cautiva, emociona e inspira.


Imagen de la muestra

Dos exposiciones, un museo: el MAPR

Y no había luz. Diez años de trayectoria comparte lugar y fechas (desde el 17 de abril hasta el 23 de agosto de 2015) con la exposición Fabricando Tiempo: Objetos, procesos y animaciones de Quique Rivera Rivera. Además, participan de un solo catálogo y un mismo curador. No se trata de una casualidad, ni de la frecuente economía de recursos, que también aplica; sino, de una apreciable intención de complementar talentos y obras que, de antemano, coinciden en una multiplicidad de rasgos estéticos, llegando incluso a colaborar entre sí.

Tal es el caso, de la contribución de Quique Rivera en el cortometraje de la compañía Nos queda el aire, como animador, editor y asistente en la dirección de fotografía.

La versatilidad y el carácter multidisciplinario son algunos de esos rasgos en común. De hecho, podría parecer que la genialidad renacentista no ha muerto. José Enrique “Quique” Rivera Rivera (San Juan, 1986) es escultor, fotógrafo, animador cinematográfico y director audiovisual.

Según los datos biográficos de Rivera, durante sus años de bachillerato en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, tomó cursos en diversas ramas de las artes visuales y comenzó a experimentar y aprender de manera autodidacta las técnicas de animación stop-motion, una disciplina en la que fotografía, escultura, diseño, narrativa y sonido se funden en lo que se ha convertido en su medio artístico predilecto.
 
Sobre la técnica conocida hoy en día como stop-motion, el curador de la muestra plantea, en el texto de presentación, que su comienzo “se remonta a los orígenes de la fotografía y su anhelo por captar el entorno sensible de la forma más verídica, en específico los experimentos del inglés Eadweard Muybridge con la cronofotografía (fotos tomadas en momentos sucesivos que reproducían la sensación de movimiento)”.

“Estas y otras investigaciones llevarían posteriormente a la invención del cine. En el caso del stop-motion (animación cuadro por cuadro), son objetos estáticos, inanimados, los que aparentan el movimiento y de esta forma cobran vida”, añade Juan Carlos López Quintero, curador del MAPR.

Al respecto, en el texto del catálogo, Quique Rivera explica: “En cada segundo de un video animado mediante la técnica de stop-motion, se encuentran 24 momentos suspendidos, escogidos con gran cautela y especificidad por el animador, para lograr una ilusión de movimiento que responda a principios de la física, la óptica y hasta el performance”.

De hecho, la preexistencia del performance viene a ser el fundamento latente que conecta ambas exhibiciones. Los títeres, las máscaras, los objetos, las instalaciones, la gráfica y la fotografía, cobran sentido solo como antecedentes de la acción, como preámbulos del clímax; ya sea, el acontecimiento teatral o el producto cinematográfico.

A posteriori, el Museo de Arte de Puerto Rico rescata las huellas, los fragmentos dispersos por el camino de la obra, para que el espectador pueda experimentar todo el trayecto como un proceso creativo; en el cual, cada elemento construye, hasta transmutar en arte.

Ambas curadurías disponen de la luz como concepto de apertura: La primera bombilla (2004), de Julio Morales, marca los derroteros de Y no había luz. Diez años de trayectoria; en tanto, Luz roja (2011), de Quique Rivera, recibe al mismo espectador para que continúe el recorrido por Fabricando Tiempo: Objetos, procesos y animaciones de Quique Rivera Rivera.

De igual modo, estas exposiciones están conectadas en el cierre: los espacios galerísticos se transforman en salas de proyección. Debido a las circunstancias, se desdibuja la identidad institucional, se adopta el disfraz como recurso y de un museo emerge el cine.


Fotograma Menuda urbe (2010)

Fabricando tiempo: Quique Rivera

La muestra Fabricando Tiempo: Objetos, procesos y animaciones de Quique Rivera propicia el reencuentro, más íntimo, con unos personajes muy queridos y conocidos a través de sus performances en Cinefiesta, el Festival Internacional de Cortometrajes de Puerto Rico. Entre ellos, el chango del corto Menuda urbe (2010); el pez león, de El delirio del pez león (2012); y el “cirujano del tiempo”, de Así de grandes son las ideas (2014). Además, permite descubrir otros, como el Mosquito del videoarte Aedes (2011) y el Pimientero del video Pimienta (2012).
  
Quique Rivera se apropia del concepto vanguardista del ready-made (objet trouvé), creado por Marcel Duchamp, y reutiliza estos objetos encontrados para dar forma a sus seres animados, en combinación con múltiples materiales y recursos adicionales, como: fotografías, acrílico, mica de color, papel de seda, hilo, fibra de poliéster, alambre de acero, madera, epoxi, silicón, poliuretano, cera, plástico, metal, styrofoam, ultracal, corcho, resina y aerosol, entre otros. Todos los videos fueron realizados mediante la técnica de stop-motion.


Fotograma El delirio del pez león (2012)

Por este medio, stop-motion, explica Quique Rivera que “se logra llevar la obra tridimensional a una cuarta dimensión: la capacidad de transformación controlada de la escultura y la fotografía a través del tiempo. Irónicamente, el resultado final de estas piezas multidisciplinarias, para las cuales el proceso de creación es muy palpable y abundante en materiales, es un archivo digital de película que se reduce nuevamente al plano bidimensional de una pantalla. En este formato, las piezas son apreciadas de manera desligada del extenso proceso físico y de los objetos que fueron fotografiados para posibilitar la animación”.
                             
La exhibición de Rivera presenta al público un conjunto de esos objetos preliminares (las obras escultóricas originales que conforman las escenas) y el producto final de la creación, que vienen a ser los cinco videos (cortometrajes) de animación, realizados entre 2010 y 2014.

Pero, además, “junto a los videos podemos apreciar material documental de los procesos de elaboración”, señala el curador; tales como, Desde el taller: José “Quique” Rivera (2011), mini documental Piedra, Papel y Tijera, una cortesía de la Universidad de Puerto Rico y Documentación del proceso de creación de Así de grandes son las ideas (2013-2014), time-lapse fotográfico y video documental.


El resultado de Fabricando Tiempo: Objetos, procesos y animaciones de Quique Rivera Rivera es una muestra temporal muy diversa, y concisa a la vez, que deja entrever una vastísima colección como trasfondo. La magnitud de la obra de Rivera queda planteada, para mostrar con humildad su talento. Su maestría técnica y vocación artesanal están comprobadas. Su imaginación y creatividad no tienen límites. La propia curaduría, deseosa de transcender su espacio expositivo tradicional y reducido, acude a una ilimitada comunidad virtual que habita en las redes sociales para “crear un gran álbum digital de la exhibición”.

De hecho, la curaduría apela e implica, directamente, a un espectador (twittero y/o facebookero), que es adicto a taguear (@MuseoMAPR y/o facebook.com/museodeartepr) y que domina la práctica del hashtag (#quiqueriveraft y #los15delMAPR), para procurar una muestra extensiva en tiempo y espacio. Así, el espectador se convierte en un nuevo gestor cultural y las redes sociales pasan a ser el espacio galerístico por excelencia. El arte ha cambiado y su guarida se debe reestructurar. Nuevos tiempos demandan nuevas estrategias. Muy bien por el MAPR.

Los personajes de Cinefiesta en el MAPR

Los cortometrajes Nos queda el aire (2010) de Julio Morales, Para volar (2012) de Nami Helfeld, Menuda urbe (2010), El delirio del pez león (2012) y Así de grandes son las ideas (2014) de Quique Rivera, fueron Selección Oficial de Cinefiesta en sus respectivas ediciones.

La película Nos queda el aire se proyectó en el MAPR, por primera vez, como parte de la octava edición del Festival Internacional de Cortometrajes de Puerto Rico, Cinefiesta 2010, que tuvo lugar en el Teatro Raúl Julia del Museo.

De acuerdo con la sinopsis: “Elio es un globo de aire con una larga y exitosa vida profesional. A pesar de vivir en un colorido mundo, a Elio le sobrecoge la soledad, por lo que decide construirse un amigo: un perrito globo que le da un nuevo giro a su vida”.


En tanto, el corto Menuda urbe (2010) también se exhibió por primera ocasión en el MAPR, siendo parte de la Selección Oficial de Cinefiesta 2011, donde fue galardonado como Mejor Animación Nacional y su realizador, Quique Rivera, recibió una Mención de Honor como Mejor Director Nacional.
 
Según la sinopsis: “En una historia alegórica, un mago surrealista, que hace ver fácil un complicado truco de magia con monedas, resulta no tener todo el control del último artificio bajo su manga”.


Luego, en el 2012, durante la décima edición de Cinefiesta, última a celebrarse con sede en el Teatro Raúl Julia del MAPR, coincidieron los cortometrajes: El delirio del pez león, de Quique Rivera y Para volar, de Nami Helfeld.

El delirio del pez león desarrolla “una oscura e inquietante historia de jerarquía y ansias de poder en los arrecifes caribeños” y obtuvo el premio de Mejor Animación Nacional.


Por su parte, Para volar cuenta: “Sebastián trabaja en una gasolinera en medio de la nada. Pasa los días en compañía de su único amigo, Pedro. La vida de Sebastián se complica con la llegada de Luna, su nueva compañera de trabajo. Cuando ella está cerca de él, sus pies se despegan del suelo, pierde la fuerza de gravedad, levita”.

Este corto de ficción se presentó en la noche inaugural del Festival y recibió el premio de Mejor Cortometraje Nacional-Extranjero.


El estreno mundial del más reciente video animado de Quique Rivera, Así de grandes son las ideas (2014), en colaboración con René Pérez Joglar del grupo musical Calle 13, tuvo lugar en la apertura de Cinefiesta, el Festival Internacional de Cortometrajes de Puerto Rico; con sede en el Conservatorio de Música desde el año 2013.
   
La sinopsis de este corto, expuesto en Fabricando Tiempo: Objetos, procesos y animaciones de Quique Rivera en el MAPR, presenta la historia: “En algún momento del futuro, un hombre viejo, favorecido por los beneficios de la evolución, sobrevivió la extinción del resto de los seres vivos. Es un mundo sumamente solitario para alguien incapaz de morir”.


Y nosotros, ¿cuán solos estamos en esta sociedad tecnológica, consumista y banal, que vive de la ilusión generada por las redes sociales? De alguna manera, los personajes responden.
 
Lejos de su exitoso y popular mundo imaginario, Elio está tan solo que nada más le queda el aire. La fotografía captura algunos instantes de feliz compañía; en cambio, la soledad persiste como el recurrente sonido de una caja de música.

Mientras, un chango levanta el vuelo; pero, él solo no podrá contra esta Menuda urbe que se expande y ocupa su espacio con desenfreno. Bajo la manga, se esconde la única solución.
  
La codicia invade las costas del Caribe; pero, “a cada pez le llega su vez”.

Como en un cuadro de Marc Chagall, el solitario Sebastián descubre que Para volar solo hace falta amar. Un entorno de colores intensos, onírico y naif, sirve de contexto.
       
En cambio, la soledad es relativa cuando surgen las ideas; por eso, René Pérez y Quique Rivera nos cuentan: “En el meridiano cero en la zona central, cerca del límite y lejos del final, entre dos valles con el cielo despejado, sobre un campo con el horizonte estrellado, hay una fábrica pequeña pero inmensa, de un viejo sabio que sobrevive porque piensa”.

La única manera de evadir La civilización del espectáculo radica en pensar y crear.

A propósito, Así de grandes son las ideas resultó nominado para los Latin Grammy como mejor video musical. ¡Enhorabuena!