Galería de críticas: Cine y artes plásticas

martes, 3 de noviembre de 2015

El hiperrealismo cinematográfico de Álvaro Aponte Centeno

Fotograma Yahaira (2015)

Álvaro Aponte Centeno demuestra un marcado interés hacia el hiperrealismo como estilo cinematográfico. Desde Luz (2010) hasta Yahaira (2015), ha ido en aumento la urgencia de Aponte por observar la realidad con una lupa para maximizar sus detalles.

El hiperrealismo  

Según Patricia Carrassat e Isabelle Marcadé en Movimientos de la pintura, el hiperrealismo designa una corriente de pintura y escultura surgida hacia 1965 en Estados Unidos.

Ellas explican: “En 1972, la Documenta de Kassel, una importante manifestación artística de proyección internacional, contribuyó a consagrar el hiperrealismo, una figuración ʻmás real que lo realʼ, despojada de toda emoción, que observaba la realidad a través de la fotografía”.

Las historiadoras argumentan que este movimiento se dedicó a describir minuciosamente la sociedad de consumo americana y a documentar su vida cotidiana.
 
“Partiendo de la fotografía (ya se trate de diapositivas o de negativos ampliados con la ayuda de un proyector)”, según las investigadoras, el resultado fue que “los hiperrealistas modificaron a voluntad determinados aspectos de la imagen al ampliarla, deformarla o emborronarla y al elegir encuadres variados y arbitrarios. La ejecución pictórica de la obra, que exige un virtuosismo frío, confiere a los objetos representados un aspecto nítido y reluciente”.

El hiperrealismo cinematográfico  

Desde el pintor Richard Estes y el escultor Duane Hanson, ambos estadounidenses, hasta los cineastas europeos Michael Haneke (austríaco-germano) y los hermanos documentalistas Jean Pierre y Luc Dardenne (belgas); así como, entre los realizadores latinoamericanos Alejandro González Iñárritu (mexicano) y Lucrecia Martel (argentina), el estilo hiperrealista ha calado bien profundo en el arte internacional con tendencia al cuestionamiento de la sociedad contemporánea, entiéndase, postmoderna.

En esta cultura, que pretende aprehender la realidad y reivindicar al sujeto llamado ʻotroʼ, se inserta magistralmente el autor del cine puertorriqueño Álvaro Aponte, con su particular mirada a las zonas oscuras y ʻmarginalesʼ que le rodean.

Según Michael Haneke, citado por José M. Caparrós Lera en su libro El cine del nuevo siglo (2001-2003), y en relación con el fundamento de su obra: “Los que hacen películas de entretenimiento son los pesimistas. El optimista intenta sacar a la gente de su apatía”. Además, este autor se plantea una interrogante esencial: “¿Puede la realidad ser representada?”.
 
No. El autor crea, no representa, ni transmite. El hiperrealista no representa la realidad, sino que produce una obra ʻmás real que lo realʼ, a partir de su interpretación del entorno y destinada a la reflexión del público, que deviene en un espectador activo, dispuesto a reaccionar.

Entonces, ¿cómo observa la realidad nuestro Álvaro Aponte Centeno?


Fotograma Luz (2010)

Luz



El cortometraje Luz (2010) de Álvaro Aponte Centeno obtuvo los premios de Mejor Cortometraje Nacional y Mejor Actuación Masculina, por el rol protagónico de Axel Anderson, en la octava edición de Cinefiesta, el Festival Internacional de Cortometrajes de Puerto Rico.

Según la sinopsis: “La soledad y el amor son la rutina diaria en la vida de esta pareja de ancianos; aunque no están solos del todo, pues comparten sus vidas con una dulce compañera, la música”.

El trayecto hacia la muerte es un camino de luces y sombras. Una vez superada la teatralidad del barroco y agotado el drama explícito del romanticismo, solo restan una suerte de ʻismosʼ de libertad y experimentación a las puertas de Las vanguardias artísticas del siglo XX.
 
La luz es la protagonista del impresionismo, que debe su nombre al cuadro de Claude Monet titulado Impresión, sol naciente (1872); en tanto, la música impresionista del compositor y pianista francés Erik Satie funciona como un personaje insinuado en el corto Luz de Aponte.

La opera prima de Aponte Centeno devela su condición de cineasta intelectual. Un autor del cine que escribe con su cámara-pluma. Esta cámara presenta, mediante un plano cenital, el rostro de una intérprete sublime: la música. Luego se asoma, lentamente, a un plano compuesto por tres ventanas que enmarcan las siluetas, cual si fuesen lienzos, de otros tres personajes: la luz, él y ella. La cámara penetra e invade el espacio. Él es la luz. Ella es la música.

A continuación, la alternancia de encuadres, entre primeros y primerísimos planos, lleva el ritmo de esta historia; mientras, el sonido ambiental del hogar y la noche puertorriqueña se complementan con las melodías del impresionismo francés.

En lo adelante, la luz y la música se imbrican y narran. Las lámparas y el tocadiscos se muestran de forma reiterativa, con insistencia. Esa luz, cuya presencia es activa, incide en los personajes y proyecta en pantalla una impresión de los mismos. La iluminación diegética otorga una impresión visual; en tanto, la música se ocupa de la impresión auditiva. Entonces nosotros, los espectadores, no percibimos la mera cotidianidad de una pareja de ancianos, sino la sensación que producen los efectos del cine (imagen y sonido) en esa construcción de la realidad.

Con Luz, el realizador hace gala de su formación musical y de la gran pasión por el arte que hereda de su familia. Esta pieza cinematográfica también fue exhibida en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano en La Habana, Cuba, como parte de una muestra del cine de Puerto Rico e Inglaterra.


Fotograma Yahaira (2015)

Yahaira
     
La obra más reciente de Álvaro Aponte Centeno, Yahaira (2015), fue galardonada en la decimotercera edición de Cinefiesta como Mejor Cortometraje Nacional, Mejor Director Nacional, Mejor Actriz (Marisé Álvarez) y Mejor Fotografía (Santiago Chago Benet).
  
Según la sinopsis: “Yahaira es una madre soltera y tiene que cuidar a su bebé durante horas de trabajo, cosa que ha pasado antes”.

En efecto, Yahaira es un nombre tan común como su historia.

La tendencia al realismo ha sido una obsesión recurrente en el arte desde el siglo XIX. Por ejemplo, el óleo sobre tela titulado Entierro en Ornans (1849-1850) del pintor francés Gustave Courbet “se convirtió en el manifiesto del realismo, especialmente por la autenticidad de los personajes y el realismo existente en el espacio descrito”, según las historiadoras Carrassat y Marcadé en el libro Movimientos de la pintura.

Pero, ¿cómo construyó el artista este cuadro de apariencia realista? Courbet lo hizo por medio de “la contundencia con que los rojos y el azul canario intenso contrastan con los tonos negros y grises, mientras que el primer plano, donde aparece el foso destinado a alojar el ataúd, contribuye a integrar al espectador en la escena. Los trazos negros que realzan la expresión desconsolada de algunos rostros y la pincelada arrebatada del artista intensifican, asimismo, su realismo”, al decir de Carrassat y Marcadé.

En otras palabras, el autor se enfrenta a la realidad; luego, la interpreta (lo cual es inevitable) y plasma su visión, marcada por una intencionalidad latente, mediante los recursos técnicos y artísticos que ofrece su medio de expresión en particular.

El realismo emergió como rechazo del romanticismo y el academicismo. “Sus pintores no dispusieron ni de una teoría estética ni de un estilo homogéneo, sino que abogaron por una visión sencilla y objetiva de la vida contemporánea que fuera accesible a todo el mundo”, plantean las investigadoras y argumentan que dicha pintura realista estaba impregnada de un carácter socializador, en ocasiones comprometido.

De igual modo, el hiperrealismo cinematográfico de Álvaro Aponte Centeno surge como una actitud de protesta ante la expansiva industria hollywoodense y su star system. Aponte hace un cinéma d’auteurs de resistencia. El cineasta rechaza también todo vestigio de melodrama y sentimentalismo. Así lo demuestra Yahaira.


Fotograma Yahaira (2015)

Con Yahaira, el arte pareciera tener la obligación de ser incómodo; en tanto, el cine recupera esa responsabilidad de estremecer, con golpes de vista y alarmas por sonidos, a un espectador inerte en su butaca.

Álvaro Aponte Centeno recurre a los sonidos ambientales más irritantes, a la perturbadora cámara en mano, a la difusa luz natural y a prolongados planos de secuencias cotidianas, para exponer una pretendida realidad; cuyos efectos sobredimensionados, recaen en un público cautivo en la circunstancia espacio temporal del cine.

El metálico alarido de las máquinas y el llanto agudo de un bebé se confunden en una dualidad auditiva sostenida que evoca, a la vez que cuestiona, los orígenes del hombre y el choque cultural entre las civilizaciones. El sujeto está desamparado en la sociedad postindustrial, tecnológica y teóricamente desarrollada.

En especial, la película ostenta un plano general de composición sublime que resulta inspirador de dicha hipótesis. Las carreteras elevadas preludian el impacto por el artificio de la perspectiva y un auto es el refugio inmediato para el encuentro carnal como promesa de vida; en tanto, los gemidos que delatan el placer del coito y la cómplice inocencia quebrantada encuentran su eco en la infinitud sonora del espacio urbano. Por alguna razón y salvando las distancias, no puedo evitar el recuerdo de aquel prólogo del Anticristo (2009) de Lars von Trier.

Yahaira manipula la carne con destreza, la corta y la dispone para un procesamiento de rutina. Existe un profundo paralelismo conceptual entre el trabajo de Yahaira y su propia vida que, de cierta forma, simboliza el destino de todos, mujeres y hombres. Por momentos, estamos tan expuestos como esos trozos de carne muerta a las maniobras que escapan de nuestro control.
    
La realidad que observa y transforma el cineasta en una expresión artística ʻmás real que lo realʼ deviene el mejor resguardo de su subjetividad e ideología. Un autor es, por sobre todas las cosas, una individualidad creativa.



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