Galería de críticas: Cine y artes plásticas

lunes, 2 de noviembre de 2015

Los personajes de Cinefiesta regresan al MAPR

Imagen de la muestra

Nami Helfeld, Julio Morales y Quique Rivera exponen en el Museo de Arte de Puerto Rico

Por una década, el Museo de Arte de Puerto Rico (MAPR) fue la sede oficial de Cinefiesta, el Festival Internacional de Cortometrajes de Puerto Rico. En la décima edición de Cinefiesta, que se celebró del 22 al 29 de julio de 2012, compartieron la pantalla grande del Teatro Raúl Julia, dos jóvenes cineastas puertorriqueños que ahora regresan para exponer en las salas del MAPR. Junto a ellos, también retorna otro versátil artista local, que exhibió su obra en la octava edición del Festival.  

Es sábado, mediodía y camino por Santurce. El calor resulta sofocante, pero el arte convoca. Llego a mi destino, el MAPR, con el único propósito de reencontrarme con la obra de Quique Rivera y aproximarme, físicamente, a los objetos y personajes que protagonizan las escenas de cada animación. Yo necesitaba vivir el proceso creativo de Rivera, paso a paso, para comprender y valorar a plenitud un trabajo que sabía, de antemano, colosal y sin precedentes en Puerto Rico. Así que, mi cita era en el cuarto piso, en la Galería Miguel Antonio Ferrer.


Imagen de la muestra


Y no había luz: Julio Morales y Nami Helfeld

De momento, en la misma sala, me sorprende otra exhibición: Y no había luz. Diez años de trayectoria. Observo al interior y, como por arte de magia, surge la luz con La primera bombilla (2004) de Julio Cesar Morales en grafito sobre papel. Así, se ilumina este espacio ocupado desesperadamente, al azar y sin mesura, por los títeres. Ellos parecen exigir, incluso con violencia, nuestra atención. Pretenden usurparnos el alma a través de esas miradas fijas y acosadoras, que provienen de todas las direcciones posibles. Los roles se invierten y el espectador entra en escena, desvalido, sin la menor resistencia. Los títeres nos reciben, en multitud; primero, atemorizan; luego, enamoran. Cada uno de ellos despierta una gran ternura.

Poco a poco transito el espacio. Me siento invasora. Todos aquellos personajes, deseosos de revivir, me observan; y yo, que no alcanzo a detallar cada uno de sus rostros, intento escapar a la siguiente morada. Entonces, en una sala oscura, los títeres han crecido, han recuperado su movilidad y han rescatado su merecido lugar en la escena. Ellos han vuelto a la vida y me invitan a discurrir, con cautela, entre algunas de sus obras: América (2015), Cenizas quedan (2014), Piel (2012), Alejandro (2008), Como bueno (2007) y Cutendencia (2006). El teatro, a través de la plástica, trasciende su carácter efímero y eterniza su aura.


Imagen de la muestra

Luego del teatro, las máscaras se apropian del cine. Y el cine, en su versión corta, se apropia del Museo. En una salita, acondicionada al mismo estilo teatral, sencilla y cómoda, se exhiben los cortometrajes de la compañía Y no había luz: del director Julio Morales, Nos queda el aire; de la cineasta Nami Helfeld, Para caer y Para volar.


Imagen de la muestra

A propósito, el corto Nos queda el aire, de Morales, fue Selección Oficial en la octava edición del Festival Internacional de Cortometrajes de Puerto Rico, Cinefiesta 2010. En tanto, Para volar, de Helfeld, fue Selección Oficial en la décima edición del Festival, Cinefiesta 2012. Ambos son excelentes trabajos, que podemos apreciar ahora en conjunto, como productos del desarrollo creativo de una compañía teatral.

Juan Carlos López Quintero, especialista del MAPR, fue el curador de esta muestra y en sus palabras de presentación explica: “En esta singular exhibición podremos apreciar la intimidad acogedora del taller donde se construye el seductor imaginario de sus piezas y participar en un evocador recorrido por seis de las obras más destacadas a lo largo de los diez años de existencia de la agrupación”.

Además, según el curador: “No se trata, como pudiera parecer, de una muestra nostálgica que busca rememorar años pasados. Los integrantes de Y no había luz reexaminan las obras teatrales y las reinterpretan, creando a la vez propuestas museográficas que dialogan entre sí”.

Por su parte, los miembros del colectivo  ̵ Nami Helfeld, Yari Helfeld, Francisco Iglesias, Julio Morales, Carlos José Torres, Yussef Soto y Pedro Iván Bonilla ̵  argumentan sobre la exposición en el texto del catálogo: Compartimos lo que más nos apasiona: transformar espacios, crear realidades y darle vida a los objetos, para dar cuenta de la existencia humana”.

Y explican: “A través de las artes plásticas construimos nuestros universos escénicos. El papel y la pega son parte intrínseca del árbol en la obra América. Tela, papel y madera construyen el recogido mundo de Alejandro. Con carboncillo y la ilusión del fuego, transmuta el papel en el rostro del cabezudo de Cenizas quedan. La tela y el viento se transforman en Piel. Cutendencia, encierra en cubos todo aquello que nos hace diferentes. El alambre es el soporte de una mano que sostiene un pez-pistola, sobre un mar de tul, en Como bueno”.


Imagen de la muestra

Otra misión educativa y cultural se ha cumplido con éxito. En efecto, la exhibición resulta demostrativa del enfoque interdisciplinario de las artes escénicas que caracteriza a la compañía Y no había luz. Un modesto espacio fue rediseñado para fusionar el teatro, las artes plásticas, la artesanía, la gráfica, la música y el cine. La muestra cautiva, emociona e inspira.


Imagen de la muestra

Dos exposiciones, un museo: el MAPR

Y no había luz. Diez años de trayectoria comparte lugar y fechas (desde el 17 de abril hasta el 23 de agosto de 2015) con la exposición Fabricando Tiempo: Objetos, procesos y animaciones de Quique Rivera Rivera. Además, participan de un solo catálogo y un mismo curador. No se trata de una casualidad, ni de la frecuente economía de recursos, que también aplica; sino, de una apreciable intención de complementar talentos y obras que, de antemano, coinciden en una multiplicidad de rasgos estéticos, llegando incluso a colaborar entre sí.

Tal es el caso, de la contribución de Quique Rivera en el cortometraje de la compañía Nos queda el aire, como animador, editor y asistente en la dirección de fotografía.

La versatilidad y el carácter multidisciplinario son algunos de esos rasgos en común. De hecho, podría parecer que la genialidad renacentista no ha muerto. José Enrique “Quique” Rivera Rivera (San Juan, 1986) es escultor, fotógrafo, animador cinematográfico y director audiovisual.

Según los datos biográficos de Rivera, durante sus años de bachillerato en la Universidad de Puerto Rico, Recinto de Río Piedras, tomó cursos en diversas ramas de las artes visuales y comenzó a experimentar y aprender de manera autodidacta las técnicas de animación stop-motion, una disciplina en la que fotografía, escultura, diseño, narrativa y sonido se funden en lo que se ha convertido en su medio artístico predilecto.
 
Sobre la técnica conocida hoy en día como stop-motion, el curador de la muestra plantea, en el texto de presentación, que su comienzo “se remonta a los orígenes de la fotografía y su anhelo por captar el entorno sensible de la forma más verídica, en específico los experimentos del inglés Eadweard Muybridge con la cronofotografía (fotos tomadas en momentos sucesivos que reproducían la sensación de movimiento)”.

“Estas y otras investigaciones llevarían posteriormente a la invención del cine. En el caso del stop-motion (animación cuadro por cuadro), son objetos estáticos, inanimados, los que aparentan el movimiento y de esta forma cobran vida”, añade Juan Carlos López Quintero, curador del MAPR.

Al respecto, en el texto del catálogo, Quique Rivera explica: “En cada segundo de un video animado mediante la técnica de stop-motion, se encuentran 24 momentos suspendidos, escogidos con gran cautela y especificidad por el animador, para lograr una ilusión de movimiento que responda a principios de la física, la óptica y hasta el performance”.

De hecho, la preexistencia del performance viene a ser el fundamento latente que conecta ambas exhibiciones. Los títeres, las máscaras, los objetos, las instalaciones, la gráfica y la fotografía, cobran sentido solo como antecedentes de la acción, como preámbulos del clímax; ya sea, el acontecimiento teatral o el producto cinematográfico.

A posteriori, el Museo de Arte de Puerto Rico rescata las huellas, los fragmentos dispersos por el camino de la obra, para que el espectador pueda experimentar todo el trayecto como un proceso creativo; en el cual, cada elemento construye, hasta transmutar en arte.

Ambas curadurías disponen de la luz como concepto de apertura: La primera bombilla (2004), de Julio Morales, marca los derroteros de Y no había luz. Diez años de trayectoria; en tanto, Luz roja (2011), de Quique Rivera, recibe al mismo espectador para que continúe el recorrido por Fabricando Tiempo: Objetos, procesos y animaciones de Quique Rivera Rivera.

De igual modo, estas exposiciones están conectadas en el cierre: los espacios galerísticos se transforman en salas de proyección. Debido a las circunstancias, se desdibuja la identidad institucional, se adopta el disfraz como recurso y de un museo emerge el cine.


Fotograma Menuda urbe (2010)

Fabricando tiempo: Quique Rivera

La muestra Fabricando Tiempo: Objetos, procesos y animaciones de Quique Rivera propicia el reencuentro, más íntimo, con unos personajes muy queridos y conocidos a través de sus performances en Cinefiesta, el Festival Internacional de Cortometrajes de Puerto Rico. Entre ellos, el chango del corto Menuda urbe (2010); el pez león, de El delirio del pez león (2012); y el “cirujano del tiempo”, de Así de grandes son las ideas (2014). Además, permite descubrir otros, como el Mosquito del videoarte Aedes (2011) y el Pimientero del video Pimienta (2012).
  
Quique Rivera se apropia del concepto vanguardista del ready-made (objet trouvé), creado por Marcel Duchamp, y reutiliza estos objetos encontrados para dar forma a sus seres animados, en combinación con múltiples materiales y recursos adicionales, como: fotografías, acrílico, mica de color, papel de seda, hilo, fibra de poliéster, alambre de acero, madera, epoxi, silicón, poliuretano, cera, plástico, metal, styrofoam, ultracal, corcho, resina y aerosol, entre otros. Todos los videos fueron realizados mediante la técnica de stop-motion.


Fotograma El delirio del pez león (2012)

Por este medio, stop-motion, explica Quique Rivera que “se logra llevar la obra tridimensional a una cuarta dimensión: la capacidad de transformación controlada de la escultura y la fotografía a través del tiempo. Irónicamente, el resultado final de estas piezas multidisciplinarias, para las cuales el proceso de creación es muy palpable y abundante en materiales, es un archivo digital de película que se reduce nuevamente al plano bidimensional de una pantalla. En este formato, las piezas son apreciadas de manera desligada del extenso proceso físico y de los objetos que fueron fotografiados para posibilitar la animación”.
                             
La exhibición de Rivera presenta al público un conjunto de esos objetos preliminares (las obras escultóricas originales que conforman las escenas) y el producto final de la creación, que vienen a ser los cinco videos (cortometrajes) de animación, realizados entre 2010 y 2014.

Pero, además, “junto a los videos podemos apreciar material documental de los procesos de elaboración”, señala el curador; tales como, Desde el taller: José “Quique” Rivera (2011), mini documental Piedra, Papel y Tijera, una cortesía de la Universidad de Puerto Rico y Documentación del proceso de creación de Así de grandes son las ideas (2013-2014), time-lapse fotográfico y video documental.


El resultado de Fabricando Tiempo: Objetos, procesos y animaciones de Quique Rivera Rivera es una muestra temporal muy diversa, y concisa a la vez, que deja entrever una vastísima colección como trasfondo. La magnitud de la obra de Rivera queda planteada, para mostrar con humildad su talento. Su maestría técnica y vocación artesanal están comprobadas. Su imaginación y creatividad no tienen límites. La propia curaduría, deseosa de transcender su espacio expositivo tradicional y reducido, acude a una ilimitada comunidad virtual que habita en las redes sociales para “crear un gran álbum digital de la exhibición”.

De hecho, la curaduría apela e implica, directamente, a un espectador (twittero y/o facebookero), que es adicto a taguear (@MuseoMAPR y/o facebook.com/museodeartepr) y que domina la práctica del hashtag (#quiqueriveraft y #los15delMAPR), para procurar una muestra extensiva en tiempo y espacio. Así, el espectador se convierte en un nuevo gestor cultural y las redes sociales pasan a ser el espacio galerístico por excelencia. El arte ha cambiado y su guarida se debe reestructurar. Nuevos tiempos demandan nuevas estrategias. Muy bien por el MAPR.

Los personajes de Cinefiesta en el MAPR

Los cortometrajes Nos queda el aire (2010) de Julio Morales, Para volar (2012) de Nami Helfeld, Menuda urbe (2010), El delirio del pez león (2012) y Así de grandes son las ideas (2014) de Quique Rivera, fueron Selección Oficial de Cinefiesta en sus respectivas ediciones.

La película Nos queda el aire se proyectó en el MAPR, por primera vez, como parte de la octava edición del Festival Internacional de Cortometrajes de Puerto Rico, Cinefiesta 2010, que tuvo lugar en el Teatro Raúl Julia del Museo.

De acuerdo con la sinopsis: “Elio es un globo de aire con una larga y exitosa vida profesional. A pesar de vivir en un colorido mundo, a Elio le sobrecoge la soledad, por lo que decide construirse un amigo: un perrito globo que le da un nuevo giro a su vida”.


En tanto, el corto Menuda urbe (2010) también se exhibió por primera ocasión en el MAPR, siendo parte de la Selección Oficial de Cinefiesta 2011, donde fue galardonado como Mejor Animación Nacional y su realizador, Quique Rivera, recibió una Mención de Honor como Mejor Director Nacional.
 
Según la sinopsis: “En una historia alegórica, un mago surrealista, que hace ver fácil un complicado truco de magia con monedas, resulta no tener todo el control del último artificio bajo su manga”.


Luego, en el 2012, durante la décima edición de Cinefiesta, última a celebrarse con sede en el Teatro Raúl Julia del MAPR, coincidieron los cortometrajes: El delirio del pez león, de Quique Rivera y Para volar, de Nami Helfeld.

El delirio del pez león desarrolla “una oscura e inquietante historia de jerarquía y ansias de poder en los arrecifes caribeños” y obtuvo el premio de Mejor Animación Nacional.


Por su parte, Para volar cuenta: “Sebastián trabaja en una gasolinera en medio de la nada. Pasa los días en compañía de su único amigo, Pedro. La vida de Sebastián se complica con la llegada de Luna, su nueva compañera de trabajo. Cuando ella está cerca de él, sus pies se despegan del suelo, pierde la fuerza de gravedad, levita”.

Este corto de ficción se presentó en la noche inaugural del Festival y recibió el premio de Mejor Cortometraje Nacional-Extranjero.


El estreno mundial del más reciente video animado de Quique Rivera, Así de grandes son las ideas (2014), en colaboración con René Pérez Joglar del grupo musical Calle 13, tuvo lugar en la apertura de Cinefiesta, el Festival Internacional de Cortometrajes de Puerto Rico; con sede en el Conservatorio de Música desde el año 2013.
   
La sinopsis de este corto, expuesto en Fabricando Tiempo: Objetos, procesos y animaciones de Quique Rivera en el MAPR, presenta la historia: “En algún momento del futuro, un hombre viejo, favorecido por los beneficios de la evolución, sobrevivió la extinción del resto de los seres vivos. Es un mundo sumamente solitario para alguien incapaz de morir”.


Y nosotros, ¿cuán solos estamos en esta sociedad tecnológica, consumista y banal, que vive de la ilusión generada por las redes sociales? De alguna manera, los personajes responden.
 
Lejos de su exitoso y popular mundo imaginario, Elio está tan solo que nada más le queda el aire. La fotografía captura algunos instantes de feliz compañía; en cambio, la soledad persiste como el recurrente sonido de una caja de música.

Mientras, un chango levanta el vuelo; pero, él solo no podrá contra esta Menuda urbe que se expande y ocupa su espacio con desenfreno. Bajo la manga, se esconde la única solución.
  
La codicia invade las costas del Caribe; pero, “a cada pez le llega su vez”.

Como en un cuadro de Marc Chagall, el solitario Sebastián descubre que Para volar solo hace falta amar. Un entorno de colores intensos, onírico y naif, sirve de contexto.
       
En cambio, la soledad es relativa cuando surgen las ideas; por eso, René Pérez y Quique Rivera nos cuentan: “En el meridiano cero en la zona central, cerca del límite y lejos del final, entre dos valles con el cielo despejado, sobre un campo con el horizonte estrellado, hay una fábrica pequeña pero inmensa, de un viejo sabio que sobrevive porque piensa”.

La única manera de evadir La civilización del espectáculo radica en pensar y crear.

A propósito, Así de grandes son las ideas resultó nominado para los Latin Grammy como mejor video musical. ¡Enhorabuena!         

  

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