Galería de críticas: Cine y artes plásticas

lunes, 26 de octubre de 2015

La Nueva Ola del cine puertorriqueño

Fotograma Yahaira (2015)


Una mirada a la cotidianidad desde el cinéma d’auteurs


Luz (2010), Mi santa mirada (2012) y Yahaira (2015) fueron galardonados como los mejores cortometrajes nacionales en las respectivas ediciones de Cinefiesta, el Festival Internacional de Cortometrajes de Puerto Rico.

Las tres piezas cinematográficas constituyen la producción fílmica del guionista y director puertorriqueño Álvaro Aponte Centeno. Un cineasta que emerge con una obra sumamente poderosa, por su coherencia temática y estética, para otorgarle nuevos bríos al film d’art local desde un evidente cinéma d’auteurs de vocación neorrealista.

La Nueva Ola del cine puertorriqueño

Álvaro Aponte Centeno podría encabezar la Nueva Ola del cine puertorriqueño con Mi santa mirada (2012) y Yahaira (2015). Luego, otros nombres que ya resuenan saldrían a relucir, como: Raisa Bonnet, con Luna vieja (2013) y Guillermo Vázquez, con A ningún lado (2014).

En cada caso, se trata de autores capaces de crear un vínculo muy estrecho entre el contexto, urbano o rural, y sus personajes cuasi ʻrealesʼ. La imbricación entre el sujeto y su entorno, su circunstancia, se torna palpable y altamente significativa. Las narrativas exploran la cotidianidad y se aferran al llamado realismo, logrando enaltecerlo, mediante la poesía visual.

Álvaro Aponte, Raisa Bonnet y Guillermo Vázquez son cineastas (guionistas y directores) que conocen el valor del silencio y el elevado poder discursivo de la imagen y los símbolos. En sus obras, los recursos cinematográficos se manifiestan con total pertinencia, ningún elemento queda al azar; en tanto, la palabra se utiliza con mesura, sutileza y honestidad.

La realidad es aquello que se pretende atrapar y retener; mientras, en el intento, el film d’art la supera. El artista construye su propia realidad, su historia y su verdad.

Al decir de Gombrich, en La historia del arte: “No existe, realmente, el Arte. Tan sólo hay artistas”. Así mismo, resulta más efectivo hablar de cinéma d’auteurs que del Cine, como “un fantasma y un ídolo”. La historia del cine viene a ser, entonces, la historia de sus autores.

David Parkinson, en su libro Historia del cine, ubica el origen del filme artístico (film d’art) entre los años 1908 y 1930, afirmando que en poco más de treinta años, los cineastas desde Méliès y Porter hasta Griffith y Eisenstein, habían hecho pasar el cine de un “entretenimiento novedoso a una forma artística sutil, compleja y altamente expresiva”.
 
En tanto, la Nueva Ola francesa trajo consigo la conceptualización del cinéma d’auteurs. Según Parkinson, las nuevas inspiraciones entre 1959 y 1970, fueron bautizadas por Truffaut como la politique des auteurs; de acuerdo con la cual, “los filmes más significativos eran aquellos que llevaban la firma de sus directores al proclamar sus personalidades y sus temas clave”.

El cinéma d’auteurs proviene del término caméra-stylo (cámara-pluma), ideado por el crítico y cineasta Alexandre Astruc en 1948, que “fue decisivo en la evolución de un medio de expresión tan maleable y sutil como el lenguaje escrito”.

La Nueva Ola francesa fue heredera de otra corriente cinematográfica, también muy influyente en la historia del cine y denominada Neorrealismo italiano; según David Parkinson, tuvo lugar este cine de cara a la realidad entre 1946 y 1959. En palabras de Cesare Zavattini, teórico y guionista del movimiento: “El filme ideal consistiría en 90 minutos de la vida de un hombre al que no le ocurre nada”.

Al respecto, Parkinson explica que Zavattini apremió a los productores italianos para que rechazaran el star system, el artificio de los estudios y las invenciones de la trama “que habían propiciado el escapismo y la retórica de la era fascista” y, en su lugar, se centrasen en la vida cotidiana de la gente corriente. Umberto Barbaro fue el crítico que etiquetó el nuevo enfoque como Neorrealismo, “tomando como ejemplo el realismo poético francés”.

En cuanto al estilo más auténtico del Neorrealismo, Parkinson argumenta que no surgió hasta los últimos días de la guerra; pues, “la ciudad destrozada les sirvió de escenario y los ciudadanos, a menudo elegidos por su tipo, se convirtieron en ʻestrellasʼ. Permitieron que estos no profesionales improvisaran y, con ello, adoptaron una flexibilidad de encuadre y del movimiento de la cámara, rodando con la luz natural disponible y añadiendo posteriormente el diálogo para conseguir una espontaneidad parecida al documental”.

La Nueva Ola francesa compartió algunos de los rasgos técnicos del Neorrealismo italiano; tales como, el rodaje en exteriores (con luz natural, sonido directo y cámaras manuales) y la improvisación, según Parkinson. Además, este movimiento se distinguió por el homenaje a los auteurs admirados, chistes privados y montaje elíptico, amplía el historiador.

David Parkinson añade que estos artificios singulares como “la irisación, los movimientos bruscos de cámara, velocidades abigarradas, cambios repentinos en la distancia de las tomas y saltos en el montaje” fueron usados conscientemente por los cinéastes de la Nueva Ola para romper con la continuidad temporal y espacial de la narrativa tradicional.
   
La Nueva Ola francesa, con influencia neorrealista, tuvo una amplia repercusión en la cinematografía mundial y muchas industrias se revitalizaron en los países democráticos. En tanto, comenta Parkinson, “los nuevos derroteros emprendidos por los cines de Hispanoamérica y la Europa del Este, no debieron tanto su existencia a una elección cultural consciente como a una inesperada revisión de los condicionamientos políticos en vigor”.

En Argentina, por ejemplo, los jóvenes realizadores de la generación del sesenta crearon el llamado Tercer Cine. Parkinson argumenta que “esta falange militante” rechazaba la narrativa tradicional del ʻprimer cineʼ y la teoría del auteur del ʻsegundo cineʼ; además, reclamaba un enfoque radicalmente nuevo que reemplazara el cine de personajes por un cine de temas, el de los individuos por el de masas, el de autores por el de grupos operativos, el de la desinformación colonial por un cine de información, la pasividad por la agresión”.

Esta “guerrilla del cine”, de estética marxista, se instauró en gran parte de América Latina durante las décadas del sesenta, setenta y ochenta; por ejemplo, en Brasil, Chile, Bolivia y Cuba.

David Parkinson puntualiza: “Si los directores latinoamericanos creían que el marxismo era una doctrina de liberación, los que trabajaban en Europa Oriental lo identificaban con la represión política y artística”.

Con este trasfondo histórico de la cinematografía internacional, hoy día está emergiendo en Puerto Rico, de manera espontánea, una Nueva Ola de autores del cine: Álvaro Aponte, Raisa Bonnet y Guillermo Vázquez.

Las películas llevan la firma de sus personalidades, los temas delatan sus inquietudes más profundas y un estilo neorrealista in crescendo enfatiza el aquí y el ahora de sus propuestas. Cámara en mano, invaden los espacios y las historias de los verdaderos protagonistas. Personajes reales interpretan sus vivencias a modo de ficción y la ficción pretende simular una realidad que se sostiene en las locaciones, la luz, el sonido y los diálogos.


Fotograma Mi santa mirada (2012


Álvaro Aponte
            
La caméra-stylo de Aponte reseña una historia de narcotráfico y muerte en los caseríos de la ciudad, a través de los propios testigos que se tornan personajes (Mi santa mirada, 2012); luego, dirige su atención a la mujer, y reporta un día cualquiera en la vida de una madre soltera que trabaja en una fábrica, con la actuación profesional de Marisé Álvarez (Yahaira, 2015).


Fotograma Luna vieja (2013)


Raisa Bonnet

La directora Raisa Bonnet narra con imágenes una trama que explora el incesto en el contexto de Vieques, donde la activista María Velázquez le otorga otra dimensión significativa a la historia, como protagonista de todas las batallas (Luna vieja, 2013).   


Fotograma A ningún lado (2014)


Guillermo Vázquez  
 
En tanto, el autor Guillermo Vázquez realiza un cortometraje (A ningún lado, 2014) que se sumerge en la cotidianidad de la juventud puertorriqueña de cara a un futuro incierto. La emigración y el embarazo se anuncian sin los artificios del melodrama. El cineasta escribe una historia tan áspera como los acontecimientos. La cámara, sin pudor, persigue a estos jóvenes para delatar sus más incómodas y grotescas expresiones.

Álvaro, Raisa y Guillermo se distinguen como individualidades creadoras muy particulares; pero, les aúna un interés común y genuino por realizar un cine de tipo reflexivo que apela a un espectador pensante. Ellos inquietan al público, no buscan entretener. Entre planos detalles y dilatadas panorámicas al entorno citadino o rural, los cineastas indagan en la más oscura profundidad del contexto para amplificar los hallazgos. Lo descubierto conmociona, duele, y se expande como un grito, un interminable eco que sobrevuela la ciudad y alcanza las montañas.

Los realizadores, con vocación de antropólogos, hacen un cine intelectual, de interrogantes, no de respuestas. Ellos no concluyen, el The end queda por el espectador.



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