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Fotograma Yahaira (2015)
Una mirada a la cotidianidad desde el cinéma d’auteurs
Luz (2010), Mi santa mirada (2012) y Yahaira (2015) fueron galardonados como
los mejores cortometrajes nacionales en las respectivas ediciones de Cinefiesta, el Festival Internacional de
Cortometrajes de Puerto Rico.
Las tres piezas
cinematográficas constituyen la producción fílmica del guionista y director
puertorriqueño Álvaro Aponte Centeno. Un cineasta que emerge con una obra
sumamente poderosa, por su coherencia temática y estética, para otorgarle
nuevos bríos al film d’art local desde un
evidente cinéma d’auteurs de vocación
neorrealista.
La
Nueva Ola del cine puertorriqueño
Álvaro Aponte
Centeno podría encabezar la Nueva Ola del cine puertorriqueño con Mi santa mirada (2012) y Yahaira (2015). Luego, otros nombres que
ya resuenan saldrían a relucir, como: Raisa Bonnet, con Luna vieja (2013) y Guillermo Vázquez, con A ningún lado (2014).
En cada caso, se trata de autores capaces de crear un vínculo muy
estrecho entre el contexto, urbano o rural, y sus personajes cuasi ʻrealesʼ. La
imbricación entre el sujeto y su entorno, su circunstancia, se
torna palpable y altamente significativa. Las narrativas exploran la
cotidianidad y se aferran al llamado realismo, logrando enaltecerlo, mediante
la poesía visual.
Álvaro Aponte, Raisa Bonnet y Guillermo Vázquez son cineastas (guionistas y directores) que
conocen el valor del silencio y el elevado poder discursivo de la imagen y los
símbolos. En sus obras, los recursos cinematográficos se manifiestan con total
pertinencia, ningún elemento queda al azar; en tanto, la palabra se utiliza con
mesura, sutileza y honestidad.
La realidad es aquello que se pretende atrapar y retener; mientras, en
el intento, el film d’art la supera.
El artista construye su propia realidad, su historia y su verdad.
Al decir de Gombrich, en La historia del arte: “No existe,
realmente, el Arte. Tan sólo hay artistas”. Así mismo, resulta más efectivo
hablar de cinéma d’auteurs que del Cine, como
“un fantasma y un ídolo”. La historia
del cine viene a ser, entonces, la historia de sus autores.
David Parkinson, en su libro Historia
del cine, ubica el origen del filme
artístico (film d’art) entre los años
1908 y 1930, afirmando que en poco más de treinta años, los cineastas desde
Méliès y Porter hasta Griffith y Eisenstein, habían hecho pasar el cine de un “entretenimiento
novedoso a una forma artística sutil, compleja y altamente expresiva”.
En tanto, la Nueva Ola francesa
trajo consigo la conceptualización del cinéma
d’auteurs. Según Parkinson, las nuevas inspiraciones entre 1959 y
1970, fueron bautizadas por Truffaut como la
politique des auteurs; de acuerdo con la cual, “los filmes
más significativos eran aquellos que llevaban la firma de
sus directores al proclamar sus personalidades y sus temas clave”.
El cinéma d’auteurs proviene del término caméra-stylo (cámara-pluma),
ideado por el crítico y cineasta Alexandre Astruc en 1948, que “fue decisivo en la
evolución de un medio de expresión tan maleable y sutil como el lenguaje
escrito”.
La Nueva Ola francesa fue heredera de otra corriente cinematográfica,
también muy influyente en la historia del cine y denominada Neorrealismo italiano; según David
Parkinson, tuvo lugar este cine de cara a la realidad entre 1946 y 1959. En
palabras de Cesare Zavattini, teórico y guionista del movimiento: “El filme
ideal consistiría en 90 minutos de la vida de un hombre al que no le ocurre
nada”.
Al respecto, Parkinson explica que Zavattini apremió a los productores
italianos para que rechazaran el star
system, el artificio de los estudios y las invenciones de la trama “que
habían propiciado el escapismo y la retórica de la era fascista” y, en su
lugar, se centrasen en la vida cotidiana de la gente corriente. Umberto Barbaro
fue el crítico que etiquetó el nuevo enfoque como Neorrealismo, “tomando como
ejemplo el realismo poético francés”.
En cuanto al estilo más
auténtico del Neorrealismo, Parkinson argumenta que no surgió hasta los
últimos días de la guerra; pues, “la ciudad destrozada les sirvió de escenario
y los ciudadanos, a menudo elegidos por su tipo, se convirtieron en ʻestrellasʼ. Permitieron
que estos no profesionales improvisaran y, con ello, adoptaron una flexibilidad
de encuadre y del movimiento de la cámara, rodando con la luz natural
disponible y añadiendo posteriormente el diálogo para
conseguir una espontaneidad parecida al documental”.
La Nueva Ola
francesa compartió algunos de los rasgos técnicos del Neorrealismo italiano; tales como,
el rodaje en exteriores (con luz natural, sonido directo y cámaras manuales) y
la improvisación, según Parkinson. Además, este movimiento se distinguió por el
homenaje a los auteurs admirados,
chistes privados y montaje elíptico, amplía el historiador.
David Parkinson añade que estos artificios singulares como “la
irisación, los movimientos bruscos de cámara, velocidades abigarradas, cambios
repentinos en la distancia de las tomas y saltos en el montaje” fueron usados
conscientemente por los cinéastes de
la Nueva Ola para romper con la continuidad temporal y espacial de la narrativa
tradicional.
La Nueva Ola francesa, con influencia neorrealista, tuvo una amplia repercusión en la cinematografía mundial
y muchas industrias se revitalizaron en los países democráticos. En tanto,
comenta Parkinson, “los nuevos derroteros emprendidos por los cines de
Hispanoamérica y la Europa del Este, no debieron tanto su existencia a una
elección cultural consciente como a una inesperada revisión de los
condicionamientos políticos en vigor”.
En Argentina, por ejemplo,
los jóvenes realizadores de la generación del sesenta crearon el llamado Tercer Cine. Parkinson argumenta que
“esta falange militante” rechazaba la narrativa tradicional del ʻprimer cineʼ y la teoría del auteur del ʻsegundo cineʼ; además, reclamaba un enfoque
radicalmente nuevo que reemplazara “el cine de personajes por un cine
de temas, el de los individuos por el de masas, el de autores por el de grupos
operativos, el de la desinformación colonial por un cine de
información, la pasividad por la agresión”.
Esta “guerrilla del cine”, de estética marxista, se instauró en gran
parte de América Latina durante las décadas del sesenta, setenta y ochenta; por
ejemplo, en Brasil, Chile, Bolivia y Cuba.
David Parkinson puntualiza: “Si los directores latinoamericanos creían
que el marxismo era una doctrina de liberación, los que trabajaban en Europa
Oriental lo identificaban con la represión política y artística”.
Con este trasfondo histórico de la cinematografía internacional, hoy
día está emergiendo en Puerto Rico,
de manera espontánea, una Nueva Ola de autores del cine: Álvaro Aponte, Raisa Bonnet
y Guillermo Vázquez.
Las películas llevan la firma de sus personalidades, los temas delatan
sus inquietudes más profundas y un estilo neorrealista in crescendo enfatiza el aquí y el ahora de sus propuestas. Cámara
en mano, invaden los espacios y las historias de los verdaderos protagonistas.
Personajes reales interpretan sus vivencias a modo de ficción y la ficción
pretende simular una realidad que se sostiene en las locaciones, la luz, el
sonido y los diálogos.
Fotograma
Mi
santa mirada (2012)
Álvaro Aponte
La caméra-stylo de Aponte reseña
una historia de narcotráfico y muerte en los caseríos de la ciudad, a través de
los propios testigos que se tornan personajes (Mi santa mirada, 2012); luego, dirige su atención a la mujer, y
reporta un día cualquiera en la vida de una madre soltera que trabaja en una
fábrica, con la actuación profesional de Marisé
Álvarez (Yahaira,
2015).
Fotograma Luna vieja (2013)
Raisa Bonnet
La directora Raisa Bonnet
narra con imágenes una trama que explora el incesto en el contexto de Vieques,
donde la activista María Velázquez le otorga otra dimensión significativa a la
historia, como protagonista de todas las batallas (Luna vieja, 2013).
Fotograma A ningún lado (2014)
Guillermo
Vázquez
En tanto, el autor Guillermo Vázquez realiza un cortometraje (A ningún lado, 2014) que se sumerge en
la cotidianidad de la juventud puertorriqueña de cara a un futuro incierto. La
emigración y el embarazo se anuncian sin los artificios del melodrama. El
cineasta escribe una historia tan áspera como los acontecimientos. La cámara,
sin pudor, persigue a estos jóvenes para delatar sus más incómodas y grotescas
expresiones.
Álvaro, Raisa
y Guillermo se distinguen como individualidades creadoras muy
particulares; pero, les aúna un interés común y genuino por realizar un cine de
tipo reflexivo que apela a un espectador pensante. Ellos inquietan al público,
no buscan entretener. Entre planos detalles y dilatadas panorámicas al entorno
citadino o rural, los cineastas indagan en la más oscura profundidad del
contexto para amplificar los hallazgos. Lo descubierto conmociona, duele, y se
expande como un grito, un interminable eco que sobrevuela la ciudad y alcanza
las montañas.
Los realizadores, con vocación de antropólogos, hacen un cine
intelectual, de interrogantes, no de respuestas. Ellos no concluyen, el The end queda por el espectador.
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Galería de críticas: Cine y artes plásticas
lunes, 26 de octubre de 2015
La Nueva Ola del cine puertorriqueño
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